diumenge, 20 de juliol del 2014

¿COMPETITIVIDAD? NO LA LOGRAREMOS SIN FORMACIÓN DE CALIDAD

La formación de calidad no es un gasto para las empresas, sino una inversión; y además muy rentable. Sus frutos son evidentes para cualquiera que se tome la molestia de analizar la marcha de las organizaciones cuyos departamentos de recursos humanos la llevan a cabo de manera planificada y eficiente.
Los agentes responsables de proponer estrategias actualizadas de formación, así como de facilitar a empresas y empleados el acceso a las herramientas para implementarlas, son las organizaciones empresariales y los sindicatos. Empresas y trabajadores son los primeros beneficiarios de una formación bien diseñada.
El deber de las distintas administraciones del estado, y de la Comunidad europea como organismo supranacional, es facilitar el acceso universal a la formación de calidad y vigilar su correcta distribución. Serán eficaces las ayudas y subvenciones públicas siempre que se garantice la justicia del proceso y su transparencia. El estado y Europa también se benefician de una población activa profesionalmente bien formada.
Sin embargo, no hay que escudarse en las instituciones para evitar toda la inversión que precisan los planes de formación: una cosa es beneficiarse legítimamente de las ayudas públicas y otra muy distinta hacer que toda la formación dependa de esas ayudas. Porque cuando es así, y eventualmente se cierra el grifo del dinero público, dejan de ofrecerse actividades formativas.
La actual atonía en el sector de la formación de empresa se debe a la parálisis causada por la corrupción a gran escala de algunas empresas, partidos políticos y sindicatos (v. gr. el caso UGT en Andalucía) que ha hecho reconsiderar al Gobierno de la Nación que por cierto tampoco anduvo muy fino en su papel de garante de la legalidad y la transparencia los mecanismos de asignación de subvenciones. Mientras, las empresas simplemente han dejado de contratar formación externa excepto para necesidades imperiosas que no pueden ser cubiertas por sus propios medios.
Con todo, ahora es un buen momento para tomar la iniciativa, porque no hay empresa competitiva que invierta 0 € en formación ni país económicamente potente que fíe todo a las ayudas institucionales. En conclusión:
  1. Si es usted empresario, analice las necesidades de su organización, asesórese debidamente y ponga en marcha programas de formación de calidad adecuados a cada una de las áreas y niveles profesionales.
  2. Si es sindicalista, contribuya activamente a generar interés por la formación de calidad entre los trabajadores, procure estar al día en cuanto a sus necesidades y negocie con las empresas su oferta.
  3. Si es empleado, no rehúya la formación: más bien exíjala a sus superiores.
  4. Si es político, trabaje para garantizar la corrección en el proceso de asignación de fondos para formación, así como para canalizar las ayudas públicas sólo a quien cumpla escrupulosamente los requisitos establecidos.
  5. Si por ventura fuese usted Cristóbal Montoro, entonces me permito sugerirle que mejore sustancialmente la fiscalidad para las empresas que inviertan en planes de formación.

La formación no puede dejarse de la mano de Dios. Hay que trabajar duro para que este país salga del furgón de cola de las naciones desarrolladas. La educación en todos sus niveles, desde primaria a la universidad pasando por la formación profesional, es la clave. La formación de empresa toma sentido sólo cuando complementa las habilidades anteriormente adquiridas en el sistema educativo, y se trata de algo demasiado importante para dejarlo totalmente en manos del estado.
Uno es libre de cultivar o no su espíritu; sin embargo, decidir si mejora su capacitación profesional no debería ser una cuestión de libre albedrío, al tratarse de un recurso económico que sirve al interés general. (Ningún empleado se puede negar a familiarizarse con un nuevo programa informático, nuevas técnicas de soldadura o de transmisión mecánica si los necesita para desarrollar eficazmente su labor. Como un juez no puede desconocer la legislación aparecida tras ganar su plaza en las oposiciones a la judicatura.)
En un mercado económico eficaz, la meritocracia es una ley. La economía española siempre ha pagado muy cara su tendencia a conculcar dicha ley. ¿No es hora ya de cambiar los viejos malos hábitos? Invertir en formación de calidad es uno de los buenos métodos para conseguirlo.
If you agree, just do it.