dijous, 27 de setembre del 2012

Artur Mas, el surfista, y la ola independentista


Hubo un tiempo en que a los cracks se los llamaba ases. La denominación no quedaba restringida al mundo del deporte, sino que cubría otros entre los cuales está el que fue hace milenios la fuente de donde surgiría el deporte. El deporte es hoy una profesión, una forma de ocio saludable o un entretenimiento de masas, pero se inició como un conjunto de disciplinas para mantenerse en forma en tiempo de paz o durante las treguas bélicas. En la guerra está el origen del deporte, como sabe cualquiera que se haya deleitado con la lectura de La Ilíada. Realidad que queda delatada además por el lenguaje que utiliza. Hay archifamosos ases de leyenda como el aviador alemán Manfred von Richthofen ─el Barón Rojo─ o el piloto argentino de Fórmula 1 Juan Manuel Fangio. También el nadador estadounidense de origen austrohúngaro Johnny Weissmüller ─el mejor Tarzán del cine─ fue un as de la natación. Todos ellos serían cracks si hubieran logrado sus proezas hoy.

Pero hoy quiero hablar de ases, no de cracks, no sea que origine un catacrac. ("Catacrac: onomatopeya para representar el ruido que hace algo que se rompe, que cruje, para indicar una ruptura, etc." Diccionari de la Gran Enciclopedia Catalana, DGREC). Me ha inspirado esta reflexión sobre los grandes individuos que surgen de vez en cuando en las tribus humanas la metáfora de la gran ola ─tsunami, tal vez─ con que los medios de comunicación se refieren al revuelo causado por el movimiento independentista catalán.

La ola 

La definición de onda[i] es compleja y abarca muchos campos del saber pero aquí puede servir, por su generalidad, la siguiente sacada del DGREC: "Onda: Forma de energía que se caracteriza por un movimiento vibratorio de partículas en un medio determinado". Hay ondas en la atmósfera, el agua, la tierra e incluso en el espacio interestelar... acaso menos vacío de lo que nos figurábamos. Todo es susceptible de vibrar. Los que somos de litoral, estamos muy familiarizados con las ondas marinas u olas, que pueden ser suaves o más potentes e incluso violentas en un mar picado. En medio del océano, cuando ruge el temporal, las olas se levantan como edificios de muchos pisos, como todos hemos podido ver aunques sólo sea en las películas. También se han popularizado los tsunamis u olas causadas por terremotos submarinos, que son rapidísimas y apenas perceptibles en mar abierto pero se frenan y crecen hasta convertirse en gigantescas y destructivas cuando llegan a la costa.

No sabemos qué tipo de onda oscila en Cataluña, si es un tren cadencioso y regular de olas poco energéticas pero persistentes, si se trata de las olas más violentas de una mar brava o de un tsunami en toda regla. El 11 de Septiembre se vieron muchísimas partículas que vibraban por las calles de Barcelona clamando por la independencia. Tantas y tantas personas particulares como había conformaban una gran masa de gente. No sé por qué se empeñan las administraciones y los periodistas en cuantificar los manifestantes, si no son capaces de ponerse de acuerdo ni en el método de cálculo a aplicar. Mientras no hay ningún interés espurio en hinchar o deshinchar las cifras que indican la participación en un evento, todo el mundo se entiende a la perfección. Se sabe qué significa que había mucha o muchísima gente, o más bien poca, o cuatro gatos o que no había ni dios. Resulta evidente para cualquier observador, aunque lo mire desde la lejanía mesetaria de Madrid, que por las calles de Barcelona había muchísima gente. Sin embargo, nadie sabe si el impulso inicial del movimiento por la independencia se mantendrá, si se reflejará de alguna manera en las urnas el 25 de noviembre, si beneficiará a CiU o a ERC. Lo único que parece claro es que la lluvia de votos no regará los huertos del PSC ni del PP.

Constatamos, por ahora, que se ha originado espontáneamente una gran ola motivada por las vibraciones de la masa social catalana. Las causas profundas de la ola son el sentimiento nacionalista ─muy vivo en Catalunya, aunque no sea necesariamente independentista─ y la fortísima crisis económica que ha agravado las tensiones con el resto de España. Parece posible que la ola crezca; incluso podríamos aventurar que la mayor parte de los surfistas estaban distraídos en la playa porque que no se la esperaban. Ni la Esquerra Republicana de Carod-Rovira, la ERC que más apoyo popular ha logrado después de la transición (500.000 votos), podía soñar que tantísima gente apoyaría la idea del independentismo. ¿Qué ha pasado para que una opción política desde siempre existente pero claramente minoritaria, si se quiere residual, se haya convertido en poco tiempo en una realidad rampante capaz de quitar el sueño a Madrid? ¿Se explica sólo por la crisis económica que, combinada con el déficit fiscal, ha convertido el matrimonio con España en un mal negocio? ¿Había potentes sentimientos larvados en el corazón del pueblo que sólo ahora han podido eclosionar? ¿Es cierto que la generación juvenil de ahora mismo no tiene los escrúpulos y las trabas mentales que enervaban a las anteriores y se desinhibe arrastrando a sus padres a la acción? ¿Tiene este movimiento de masas la energía suficiente para perdurar o se consumirá a toda prisa como por ensalmo? Nadie lo sabe pero, a diferencia de nosotros, los ciudadanos ordinarios, nuestros dirigentes deben tomar posiciones o se arriesgan a ser excluidos del nuevo statu quo.

Desde el 11 de Septiembre han transcurrido ya más de dos semanas. Ha habido políticos y partidos que han tomado posiciones rápidamente y otros que siguen esperando a que las aguas vuelvan a su cauce. Mientras tanto, en el resto de España, se han dado cuenta de que esto va en serio y han reaccionado con una prudencia desacostumbrada. Tanto las grandes fuerzas políticas (PP y PSOE) como los medios de comunicación han sido sorprendentemente comedidos. Algún pardillo o pardilla de vuelo corto pero con mucho poder pretendió inicialmente regañar al pueblo catalán, pero rápidamente le dijeron sus comilitones que no es eso, compañera, no es eso. Las manifestaciones de los pueblos son el resultado de la unión de decenas de miles o de millones de voluntades individuales, y cuando se juntan muchas es difícil hacerles frente. Si, como está pasando, el movimiento no obedece a consignas preparadas por las fuerzas políticas ni ha sido teledirigido desde arriba, sino que más bien brota espontáneamente de la gente y es estructurada por organizaciones cívicas, es difícil de manipular. Hay partidos catalanes, como el PSC, que han sido sorprendidos con el paso cambiado y otros, como ERC, que, sencillamente, están en horas bajas. De hecho, todos los socios que integraron el infausto gobierno tripartito vagan por el desierto del Sinaí esperando a un Moisés que los sitúe en la ruta correcta hacia la tierra de promisión.

El surfista 

Pero hay al menos un político que estaba en situación de jugar fuerte y se ha atrevido a envidar. Artur Mas no se ha limitado a hacer lo que tocaba, no ha optado por lo más fácil, contra lo que la opinión general parece afirmar. De hecho, con esta toma de posición se juega mucho más que nadie. Sus colegas de los otros partidos catalanes más bien se han mantenido a la expectativa, dando por hecho que Mas perderá el equilibrio y será engullido por la ola (una ola que él NO ha generado). En Madrid, si descontamos los órganos de la caverna mediática, lo tienen menos claro que en Barcelona. En el interior de la caverna, ya se están armando por lo que pueda pasar. Existe la creencia de que en Cataluña hay un mar de fondo mucho más profundo de lo que nadie imaginaba. Rubalcaba, haciendo de tripas corazón, ya ha dicho que está dispuesto a pedalear hacia el federalismo Y, lo que son las cosas, si hace cuatro meses todos consideraban un tabú la reforma de la Constitución, ahora lo es menos. ¡Como si no nos hubiéramos dado cuenta de que recientemente la abrieron con nocturnidad y alevosía por orden de Bruselas-Berlín y retocaron o añadieron los artículos que les pidieron sin protestar en absoluto!

No hay nada sagrado en las cosas humanas. Las hacemos y las deshacemos nosotros; las mejoramos tan a menudo como las empeoramos. La perfección no es de este mundo. Seguir vendiéndonos la Constitución del 78, -que nació hipotecada por los que hubieran querido mantener el estado dictatorial tras la muerte de Franco- como el paradigma de las cartas magnas occidentales es una insensatez. Entonces no se pudo haber hecho mucho mejor, en eso estoy de acuerdo, pero no es en absoluto el súmmum de la legislación constitucionalista. La vertebración territorial de España es, sin ir más lejos, claramente mejorable. Parece que ha llegado la hora de restructurar el estado sin poner límite a la voluntad consensuada de los pueblos o de la ciudadanía, como se quiera llamar el conjunto de los habitantes de una unidad territorial capaz de exigir y ejercer la soberanía con responsabilidad. Si una Catalunya independiente es viable económicamente, si la independencia es la mejor salida para superar nuestros problemas actuales, si es conveniente jugar tan fuerte en plena crisis de la Unión Europea, etc. son dudas que se irán aclarando a medida que corra el tiempo y se tomen determinaciones. Lo cierto es que ahora mismo nadie puede responder taxativamente estas preguntas.

En estas condiciones, ¿quién se ha atrevido a cabalgar la ola de la autodeterminación que puede abocarnos a la independencia? Pues de momento sólo Artur Mas, nuestro surfista más intrépido quien, más o menos bien asesorado y acompañado, ha osado tomar la iniciativa, vestirse de neopreno e ir directamente hacia la cresta de la ola. ¿Conseguirá conducirla a la playa de la independencia? ¿Tendrá que conformarse con la cala de la autodeterminación federal? ¿O será revolcado y perecerá ahogado en el seno salado de la ola cuando ésta rompa al llegar a la costa o pierda empuje? Se acerca un hito histórico para saber si efectivamente Mas se incorporará al Asgard catalán como un as del surf.



[i] En catalán, la palabra para ‘ola’ es ona, idéntica para lo que en castellano se llama ‘onda’. De hecho, una ola no es otra cosa que una onda en el agua.

Artur Mas, el surfista, i l’onada independentista



Hi va haver un temps que als cracs se’ls deia asos. La denominació no quedava restringida al món de l’esport, sinó que n’emparava d’altres entre els quals hi ha el que fou fa mil·lennis la font que originaria l’esport. L’esport és avui una professió, una forma de lleure saludable o un entreteniment de masses, però s’inicià com un conjunt de disciplines per mantenir-se en forma en temps de pau o durant les treves bèl·liques. En la guerra està l’origen de l’esport, com sap qualsevol que s’hagi delectat amb la lectura de La Ilíada, i així ho delata el llenguatge que utilitza. Hi ha arxifamosos asos de llegenda com l’aviador alemany Manfred von Richthofen ─el Baró Roig─ o el pilot argentí de Formula 1 Juan Manuel Fangio. També el nedador nord-americà d’origen austrohongarès Johnny Weissmüller ─el millor Tarzan del cinema─ fou un as de la natació. Tots ells serien cracs si haguessin aconseguit llurs proeses avui. 

Però avui vull parlar d'asos, no de cracs; no sigui que origini un catacrac. ("Catacrac: onomatopeia per a representar el soroll que fa una cosa que es trenca, que cruix, per a indicar una ruptura, etc.” Diccionari de la Gran Enciclopèdia Catalana, DGREC). M’ha inspirat aquesta reflexió sobre els grans individus que sorgeixen de tant en tant en les tribus humanes la metàfora de la gran onada ─tsunami, tal vegada─ amb què els mitjans de comunicació es refereixen al rebombori independentista català.

L’onada 

La definició d’ona és molt complexa i abasta molts camps del saber però aquí pot valdre per la seva generalitat la següent, extreta del DGREC: “Forma d'energia que es caracteritza per un moviment vibratori de partícules en un medi determinat”. Hi ha ones a l’atmosfera, a l’aigua, a la terra i fins i tot a l’espai interestel·lar... menys buit del que ens afiguràvem. Tot és susceptible de vibrar. Els que som de litoral, estem molt familiaritzats amb les ones marines, que poden ser suaus o més potents i fins i tot violentes en una mar picada. Al mig de l’oceà, quan hi ha temporal, les ones es fan grans com edificis de molts pisos; tots n’hem vist, si més no a les pel·lícules. També s’han popularitzat els tsunamis o ones causades per terratrèmols submarins, que són rapidíssimes i a penes perceptibles a mar oberta però es frenen i esdevenen gegantines i destructives quan arriben a la costa. 

No sabem quin tipus d’ona oscil·la a Catalunya, si és un tren cadenciós i regular d’ones poc energètiques però persistents, si es tracta de les onades més violentes d’una mar brava o d’un tsunami en tota regla. L’11 de Setembre es van veure moltíssimes partícules que vibraven pels carrers de Barcelona demanant la independència. Tantes i tantes persones particulars com hi havia conformaven una gran massa de gent. No sé perquè les administracions i els periodistes s’entesten a quantificar els manifestants, si no són capaços de posar-se d’acord ni en el mètode de càlcul. Mentre no hi ha cap interès espuri en inflar o desinflar les xifres que indiquen la participació en un esdeveniment, tothom s’entén quan es diu que hi havia molta o moltíssima gent, o bé poca o quatre gats o que no hi havia ni déu. Resulta evident per a qualsevol observador, encara que s’ho miri des de la llunyania mesetaria de Madrid, que pels carrers de Barcelona hi havia moltíssima gent. No obstant això, ningú sap si l’impuls inicial del moviment per la independència es mantindrà, si es reflectirà d’alguna manera a les urnes el 25 de novembre, si beneficiarà CiU o ERC . L’únic que sembla clar és que la pluja de vots no regarà els horts del PSC ni el PP. 

Constatem, per ara, que s’ha originat espontàniament una onada motivada per les vibracions de la massa social catalana. Les causes profundes de l’onada són el sentiment nacionalista ─molt viu a Catalunya encara que no sigui necessàriament independentista─ i la fortíssima crisi econòmica que ha agreujat les tibantors amb la resta d’Espanya. Sembla possible que l’onada creixi i podríem aventurar que la major part dels surfistes estaven distrets a la platja perquè no se l’esperaven. Ni l’ERC de Carod-Rovira, la que més suport popular ha aconseguir en temps post transició (500.000 vots), podia somniar que tantíssima gent donaria suport a la idea de l’independentisme. ¿Què ha passat perquè una opció política des de sempre existent però clarament minoritària, si es vol residual, s’hagi convertit en poc temps en una realitat rampant capaç de treure la son a Madrid? ¿S’explica només per la crisi econòmica que, combinada amb el dèficit fiscal, ha convertit el matrimoni amb Espanya en un mal negoci? ¿Hi havia potents sentiments larvats en el cor del poble que només ara han pogut eclosionar? ¿És cert que la generació juvenil d’ara mateix no té els escrúpols i les traves mentals que enervaven les anteriors i es desinhibeixen arrossegant a l’acció els seus pares? ¿Té aquets moviment de masses l’energia suficient per perdurar o es consumirà cuita-corrents com un foc d’encenalls? No ho sap ningú però, a diferència de nosaltres, els ciutadans ordinaris, els nostres dirigents han de prendre posicions o s’arrisquen a ser exclosos del nou statu quo.

Des de l’11 de Setembre han passat ja més de dues setmanes. Hi ha polítics i partits que s’han mogut ràpidament i d’altres que segueixen esperant que les aigües tornin a mare. Mentrestant, a la resta d’España, s’han adonat que això va de veres i han reaccionat amb una prudència desacostumada. Tant les grans forces polítiques (PP i PSOE) com els mitjans de comunicació han estat sorprenentment mesurats. Algun passerell o passerella de vol curt i molt poder va pretendre inicialment renyar el poble català, però ràpidament l’hi van dir que no és això, companya, no és això. Les manifestacions dels pobles són el resultat de la unió de desenes de milers o de milions de voluntats individuals; i quan se n’ajunten moltes és difícil fer-los front. Si, com ara està passant, el moviment no obeeix a consignes preparades per les forces polítiques ni ha estat teledirigit des de dalt, sinó que més aviat brolla espontàniament de la gent i és estructurada per organitzacions cíviques, és fa difícil de manipular. Hi ha partits catalans, com el PSC, que han estat enxampats amb els pixats al ventre i d’altres com ERC que, senzillament, estan en hores baixes. De fet, tots els socis que van integrar l'infaust govern tripartit vaguen pel desert del Sinaí esperant un Moisès que els indiqui la ruta a la terra de promissió.

El surfista 

Però hi ha almenys un polític que estava en situació de jugar fort i ha gosat envidar. Artur Mas no ha fet senzillament el que tocava, no ha optat pel més fàcil, contra el que l’opinió general sembla afirmar. De fet, amb aquesta presa de posició s’hi juga molt més que ningú. Els seus col·legues dels altres partits catalans més aviat s’han mantingut a l’expectativa, donant per fet que Mas perdrà l’equilibri i serà engolit per l’onada (una onada que ell NO ha generat). A Madrid, si descomptem els òrgans de la caverna mediàtica, això ho tenen menys clar que a Barcelona. A dintre de la caverna, ja s’estan armant pel que pugui venir. En general, s'ha afermat la creença que a Catalunya hi ha una mar de fons molt més profunda del que ningú s’imaginava. Rubalcaba, si no vols per força, ja ha dit que està disposat a pedalejar cap al federalisme i, allò que fa quatre mesos ens venien com un tabú ─a saber, obrir la Constitució per modificar-ne les parts que calgui─, ara ja no ho és tant. ¡Com si no ens haguéssim adonat que recentment la van obrir amb nocturnitat i precipitació per ordre de Brussel·les i van retocar o afegir els articles que els van demanar sense protestar ni poc ni gens! 

No hi ha res sagrat en les coses humanes. Les fem nosaltres i les desfem nosaltres; les millorem tan sovint com les empitjorem. La perfecció no és d’aquest món. Seguir venent-nos la Constitució del 78, hipotecada com està pels que haurien volgut mantenir l’estat dictatorial després de la mort de Franco, com el paradigma de les cartes magnes occidentals és una insensatesa. En aquell moment, no és podia haver fet gaire millor, hi estic d’acord; però no és en absolut el súmmum de la legislació constitucionalista. La vertebració territorial d’Espanya és, sense anar més lluny, clarament millorable. Sembla que ha arribat l’hora de reestructurar l’estat sense posar límit a la voluntat consensuada dels pobles o de la ciutadania, com es vulgui anomenar el conjunt dels habitants d’una unitat territorial capaç d’exigir i exercir la sobirania amb responsabilitat. Si una Catalunya independent és viable econòmicament, si la independència és la millor sortida per superar els nostres problemes actuals, si és convenient jugar tan fort en plena crisi de la Unió Europea, etc. són dubtes que s’aniran aclarint a mesura que corri el temps i es prenguin determinacions. El cert és que ara mateix ningú pot contestar taxativament aquestes preguntes.

En aquestes condicions, ¿qui s’ha atrevit a cavalcar l’onada de l’autodeterminació que pot abocar-nos a la independència? Doncs de moment només Artur Mas, el nostre surfista més estrenu que, més o menys ben assessorat i acompanyat ha gosat prendre la iniciativa, vestir-se de neoprè i anar de dret cap a la cresta de l’ona. Aconseguirà conduir-la a la platja de la independència? ¿Es quedarà a la cala de l’autodeterminació federal? ¿O serà remenat i negat en el si de l’aigua salada quan l’onada trenqui en arribar a la costa o perdi embranzida? S’apropa una fita històrica per saber si efectivament Mas s’incorporarà a l’Asgard català com un as del surf.

dimarts, 11 de setembre del 2012

CÉSAR MOLINAS, Una teoría de la clase política española

Les recomiendo leer un anticipo del que será el próximo libro de Molinas y cuya publicación está prevista para el año que viene, escrito con el desparpajo y la lucidez de siempre. Léanlo, si les apetece entender algo mejor los achaques del sistema. Ahí va el enlace.

http://politica.elpais.com/politica/2012/09/08/actualidad/1347129185_745267.html